Carlsen-Volcanchess Alex Clark publicaba hace unos días en el «Wall Street Journal» una excelente entrevista con los padres del campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen. Sigrun y Henrik contaban pequeños secretos familiares y cómo encararon la educación del muchacho, antes y después de que fuera evidente su talento. No todos los hijos van a salir tan listos como el noruego (el propio Magnus tiene dos hermanas «normales»), pero quizá pueda servir de inspiració saber qué hicieron ellos.

Por si todavía hay alguien que no conoce al chaval, Magnus Carlsen se convirtió en gran maestro de ajedrez a los 13 años, a los 19 se encaramó a la primera posición de la clasificación y a los 22 ganó el campeonato del mundo. Con 23 acaba de sumar los mundiales de partidas rápidas y semirrápidas. Su puntuación Elo, que marca el ranking mundial, es la más alta que ningún ajedrecista ha tenido nunca, por encima del récord histórico de Kasparov.

Esto hicieron los padres de Carlsen, lo que no quiere decir que sus decisiones fueron las correctas:

1. No insistir demasiado. Henrik, de 52 años, es un buen jugador de ajedrez, un aficionado fuerte cuya puntuación más alta, al menos en la última década, es de 2095 puntos Elo. Ahora está por debajo de los 2000 puntos, pero su nivel era más que suficiente para enseñar a Magnus, que aprendió al mismo tiempo que a su hermana mayor, Ellen (que ahora tiene 25 años), cuando el chico tenía cinco. Después de un mes o dos de lecciones, el padre se rindió. «Seguíamos jugando al ajedrez de vez en cuando, pero ya no tenía ninguna ambición», confiesa. Con tantos otros niños, sus hijos aprendieron las reglas rápidamente, pero al contrario que otros prodigios como Capablanca, los pequeños Carlsen aún no entendían cómo podían hacerl que las piezas trabajaran en equipo, una de las claves para mejorar en ajedrez. Henrik asumió que aquello solo sería un pasatiempo y que en casa no tenía ningún futuro campeón.

2. Estimular a los hijos con otras actividades. Sigrun, que tiene 52 años, recuerda que su hijo podía pasarse horas con puzles o con las piezas de Lego. Incluso era capaz de estudiar en profundidad las instrucciones de los modelos, destinadas a niños mucho mayores, algo que a menudo ahuyenta incluso a los adultos. Sabido es que conocía todas las banderas del mundo de memoria.

3. Fomentar la paciencia. Los padres de Magnus aseguran que no había evidencias de que su hijo varón aprendiera más rápido que sus hermanas Ellen y Signe (17), pero descubrieron que él siempre seguía intentándolo. Ellos cultivaron esa capacidad única.

4. Jugar con los mayores es un acicate para los pequeños. Magnus retomó su interés por el juego cuando tenía unos ocho años, al ver que su hermana mayor sí seguía jugando con su padre. Ella ya era capaz de alcanzar un nivel mínimo para que las partidas no fueran aburridas. El espíritu competitivo del chico, que solía observar sus partidas, hizo el resto.

Carlsen, con la actriz Liv Tyler, en su faceta como modelo

5. No dejarse ganar, pero hacer más sencillo el juego. Muchos padres, el propio Henrik, no saben si deben dejarse ganar para no desalentar a los hijos. Él pensó que eso no estaría bien, pero les proponía juegos con unas pocas piezas o solo con un peón y un rey, para ir incrementando la dificultad de forma paulatina. La decisión no pudo dar mejores frutos. Si en algo destaca Magnus es en su comprensión de los fundamentos del ajedrez, algo que lo convierte en una máquina de aplastar rivales en las posiciones aparentemente más inocuas.

6. Una vez desatado el talento, darle facilidades para desarrollarlo. Este punto es uno de los más polémicos. El caso es que cuando Carlsen empezó a destacar en los torneos, era frecuente que siguiera estudiando a todas horas con su tablero, incluso comía aparte, sin levantar la vista de las piezas. «Podíamos hablar con él si queríamos; él nos escuchaba y si quería se unía a la conversación». Pese a estas comidas tan poco convencionales, los Carlsen aseguran que seguían siendo una familia muy unida.

7. «Dejarlo todo» por el chico. Este paso es sin duda el más radical que tomó Henrik Carlsen, quien pidió una excedencia de un año, vendió uno de los coches familiares, alquilaron su casa y se fue con Magnus a recorrer Europa en busca de torneos para que el futuro campeón se fogueara, cuando tenía solo doce años. El pequeño dejó el colegio, por supuesto, aunque siguió aprobando los exámenes, sin ninguna dificultad. Él está convencido de que aquel año fue uno de los más beneficiosos de su formación, «mucho más que ir a la escuela». Magnus incluso bromea sobre el único aspecto negativo de aquella decisión: «Me voy pareciendo a mi padre en una cosa: ahora cuento los mismos chistes malos».

Henrik-Carlsen-Magnus-Carlsen-chess-com

8. No dejar que se hundiera por las derrotas. Para todo niño prodigio, perder es una tragedia que suele preceder a unas lágrimas inconsolables. Cuando caía derrotado, Magnus solo quería estar solo y lamerse las heridas. Henrik no le dejaba caer en la autocompasión. Carlsen hijo asegura que el mejor consejo que le dieron nunca fue: «Levántate y deja de quejarte».

9. Tratarlo como a un hijo normal. Carlsen es una celebridad en su país, pero cuando se convirtió en modelo de una marca de ropa empezaron a pararle por la calle aún más a menudo. Sus hermanas empezaron a comprender la importancia que había alcanzado, pero Sigrun no se dejó impresionar y, preocupada por la aparente seriedad del muchacho, siguió tratándolo como al chico que siempre había sido, preocupada solo por su felicidad. «Mientras estuviera contento, podía hacer lo que quisiera». Incluso jugar al ajedrez.

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