No contar todavía con una cura contra el cáncer es un problema médico muy importante en la actualidad. ¿Cuáles son las razones? ¿Podríamos acelerar las investigaciones?

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En medicina, uno de los grandes desafíos es encontrar tratamientos contra determinadas enfermedades. Conocer cómo funciona cada patología y tratar de hallar una terapia eficaz es quizás uno de los retos diarios más complejos de nuestros investigadores. En particular, son muchos los científicos que luchan incansablemente por hallar una cura contra el cáncer. Pero, ¿por qué aún no la hemos encontrado?

Al responder a esta pregunta, habrá quien opine que existen intereses económicos cruzados que impid

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en el desarrollo de medicamentos que frenen el avance de estas enfermedades. Nada más lejos de la realidad: nunca ha existido en el mundo tanta investigación (y tan buena) para lograr por fin una cura contra el cáncer. ¿Qué ocurre entonces?

El cáncer no es una única enfermedad

A pesar de lo que solemos creer, el cáncer es una de las patologías más difíciles de entender. Cada tipo de cáncer tiene asociadas mutaciones genéticas (o lo que es lo mismo, cambios en nuestro ADN) específicas, de forma que el desarrollo de la enfermedad difiere según qué parte de nuestro cuerpo se encuentre afectada.

Por este motivo, también el tratamiento ha de ser sumamente específico: no podemos tratar de «matar» células tumorales sin saber dónde están, y tampoco sin conocer en qué se diferencian de las «células sanas». De lo contrario, estaríamos provocando graves problemas en nuestro organismo. Precisamente ese es el motivo de los graves efectos secundarios que presentan algunos tratamientos, tales como la quimioterapia o la radioterapia.

Este es uno de los logros de las terapias con anticuerpos monoclonales, que en parte han revolucionado la búsqueda de una cura contra el cáncer. Introducidas por el genial investigador argentino César Milstein, estas herramientas son hoy uno de los tratamientos más efectivos contra los tumores. Sin embargo, solo podemos contar con un anticuerpo monoclonal para cada tipo de cáncer, por ejemplo, el trastuzumab (comercialmente conocido como Herceptin) se usa como fármaco contra el cáncer de mama, pero no contra el de páncreas, por poner solo un ejemplo.

En ciencia no hacemos más que encontrarnos con serias dificultades para hallar una cura contra el cáncer. En la entrevista a Joan Massagué, el investigador catalán lo dejaba claro:

Por eso decimos que mientras haya vida habrá cáncer. Cáncer es el precio que pagamos por estar vivos.

Y es que el cáncer no es sino el producto de un desequilibrio celular. A medida que envejecemos, se van acumulando cambios en nuestros genes, que hacen que vayan apareciendo mutaciones que favorecen que nuestras células se descontrolen y pasen a convertirse en malignas. Por otra parte, también con los años aparecen mutaciones genéticas que hacen que desaparezcan los «frenos naturales» que tenemos para evitar ese descontrol celular.

En otras palabras: que aumente la esperanza de vida hace que también se vean incrementadas las posibilidades de padecer cáncer. Nuestro ADN es el culpable. Es el precio que pagamos por seguir vivos unos años más, como decía el científico Massagué.

¿No han encontrado muchas posibles terapias contra el cáncer?

Esta suele ser una de las preguntas habituales en diversos foros. Y es que casi a diario nos encontramos con llamativas noticias sobre hipotéticas terapias esperanzadoras contra el cáncer. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no llega «esa cura contra el cáncer desarrollada por los investigadores X del centro Y» a nuestros hospitales y centros médicos?

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La razón suele estar en muchos casos en que estos increíbles tratamientos se prueban solo en modelos animales o cultivos celulares, en los que los resultados son positivos. La divulgación de estas noticias suele exagerar estos resultados, ya que existe un verdadero gap entre las conclusiones de estudios realizados en animales y las pruebas luego en seres humanos. ¿A qué se debe?

Un estudio publicado en Neurology Today, la revista oficial de la Academia Americana de Neurología, también se preguntaba por qué existía ese «salto» entre los buenos resultados en investigación preclínica y los pequeños avances en la práctica médica. El artículo respondía no solo a las dudas de la población general, sino también de diversos investigadores:

Why do many therapeutics show promise in preclinical animal models but then fail to elicit predicted effects when tested in humans?

(¿Por qué muchas terapias son prometedores en modelos animales preclínicos, pero luego fallan en producir efectos previstos en las pruebas en seres humanos?)

Por una parte, el gap es debido a que ningún modelo animal puede mimetizar de manera completa lo que va a ocurrir en los seres humanos. Sin embargo, se intentan hacer las máximas pruebas posibles en diversos animales (ratas, ratones, perros o monos, por ejemplo) para evitar que un medicamento que no funcione o no sea seguro no llegue a ser evaluado nunca en humanos.

Otra posible respuesta es la carencia actual de alianzas entre los diferentes agentes de investigación (entidades públicas e industria). Una colaboración más estrecha entre todos podría permitir reducir ese salto entre el éxito preclínico y los fallidos resultados en clínica. En otras palabras, mejorar la transferencia de tecnología y conocimiento podría posibilitar en el futuro que se acelerara la búsqueda de una cura contra el cáncer, o cualquier otra enfermedad.

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El tercer interrogante que ha de superarse es, sin duda, el del sesgo en las publicaciones científicas. Actualmente solo se difunden (o al menos de manera mayoritaria) los resultados positivos de las investigaciones. ¿Por qué no dar a conocer cuándo un experimento ha ido mal? Esto ayudaría a no explorar terrenos ya caminados por otros científicos, y mejoraría la búsqueda de nuevos tratamientos.

En definitiva, encontrar una cura contra el cáncer (o contra cualquier enfermedad de tanta complejidad) resulta muy difícil. Más aún si en las investigaciones previas se ponen escollos aún no superados. ¿Lograremos en el futuro que la ciencia avance más deprisa? Solo así podríamos contar con tratamientos de manera más rápida, y tal vez más efectiva.

 

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