En 1927, cuando Buenos Aires no era reina ni plata, se llevó a cabo el duelo por el campeonato mundial de ajedrez entre el talentoso rey cubano, José Raúl Capablanca y el disciplinado desafiador francés, de origen ruso, Alexander Alekhine. Según algunas crónicas de esa época, el Dr. Alekhine, supersticioso al límite, mientras repetía su habitual caminata, junto a su esposa, en la esquina de calle Suipacha, descubrió un una herradura que brillaba con todos sus clavos puestos. El 16 de septiembre se jugó la primera partida y Alekhine por primera vez en su carrera batió a Capablanca. La suerte había cambiado.Aniversario: Alekhine y Capablanca, hace 80 años

Por Carlos A. Ilardo

Esta es una historia que se dispara con el silencio. Tiene testigos mudos y guarda recuerdos en color sepia. Sabe de supersticiones, frivolidades y egoísmo. Comenzó a escribirse hace 80 años.


La única foto de los dos jugadores junto al árbitro: Alekhine y Capablanca con el árbitro del encuentro Carlos A. Querencio

En 1927, cuando Buenos Aires no era reina ni plata, se llevó a cabo el duelo por el campeonato mundial de ajedrez entre el talentoso rey cubano, José Raúl Capablanca y Graupera, de 39 años, y el disciplinado desafiador francés, de origen ruso, Alexander Alekhine, de 34 años, dueños de estilos disímiles. Técnico y maquinal uno, frente al arrebatado e imaginativo, el otro. Capablanca y Alekhine, protagonizaron uno de los encuentros más trascendente de la historia del milenario juego.

Nace el recuerdo

El 29 de noviembre de 1927, después de 75 días de lucha y 34 batallas frente al tablero, el Dr. Alekhine, mientras aguardaba en la antigua morada del Club Argentino de Ajedrez, en la calle Carlos Pellegrini 449, donde hoy se levanta un local de telefonía celular-, la reanudación de la 34ª. partida tras casi tres jornadas de juego y 81 movimientos efectuados, recibió de manos del árbitro adjunto, Carlos Querencio, una carta de puño y letra con la inconfundible caligrafía de su rival, hasta ese momento ausente.


José Raúl Capablanca

“Estimado Dr. Alekhine: Abandondo la partida. Es usted, pues, el campeón del mundo y lo felicito por su éxito”. Mis cumplidos a madame Alekhine. Cordialmente suyo, J.R. Capablanca”.


Carta de Capablanca

La histórica esquela, que aún hoy se conserva junto con la mesa, las piezas, los sillones y el reloj de aquel duelo, fue la sentencia de abdicación y reconocimiento al nuevo monarca. Puso fin al mito de invencible que durante largos años acompañó a la figura de Capablanca, y consagró a Alexander Alekhine, en el cuarto campeón del mundo en los anales de este juego.


Alexander Alekhine

Al día siguiente, la ceremonia de clausura del desafío dejó, acaso, el recuerdo del último saludo fraternal entre ambos adversarios. El duelo más atrayente hasta entonces disputado, jamás tuvo su revancha. Ni las nuevas conquistas de Capablanca, ni las tentadoras bolsas de premios ofrecidas, ni los ruegos de los aficionados del planeta ajedrez consiguieron conmover al incólume Alekhine, que instaló la posibilidad de la revancha junto al corazón del olvido. Se volvió un campeón emérito. Se aferró al título hasta su muerte en 1946.

Más historia

Sus estilos opuestos a la hora de sentarse frente al tablero también fueron consecuentes con el carácter y personalidad de ambos.

Mientras Alekhine arribó al país acompañado de su esposa con una semana de antelación al comienzo del duelo procedente de Francia, donde residía tras su exilio ruso después de la Primera Guerra Mundial. Se embarcó en Burdeos en el trasatlántico francés “Massilia” que arribó al puerto de Buenos Aires, el 7 de septiembre de 2007.


El transatlántico «Massilia»

Por su parte Capablanca, que gozaba del cargo de embajador permanente del gobierno cubano, salió de Nueva York en el buque norteamericano “Western World”; hizo una escala en Brasil y en un nuevo buque, “American Legion”, con una breve escala en Uruguay, finalmente llegó a Buenos Aires.

Algunos expertos y allegados a la figura del campeón mundial aseguraron que aquel paseo por las playas brasileñas y uruguayas, descorcharon los festejos que regaron los amores húmedos encendidos en cada noche.

El 16 de septiembre de 1927, con el arranque del duelo la grey ajedrecística se encolumnó detrás de cada ídolo. Para algunos, Capablanca era sinónimo de imbatible, contaba con sólo tres derrotas en los últimos 13 años, y para otros, Alekhine, el único mortal capaz de detener a esa “máquina triunfal cubana”, pese a que nunca había logrado vencerlo en la docena de enfrentamientos previos.


Aquí jugaron los dos corifeos


El sillón de Alekhine

Una historia dio pasó a la anécdota que el tiempo transformó en leyenda

Según algunas crónicas de esa época, horas antes del comienzo de la primera partida, el Dr. Alekhine, supersticioso al límite, mientras repetía su habitual caminata, como cada tarde, por la ciudad junto a su esposa, en la esquina de calle Suipacha, descubrió un talismán al que se le suelen atribuir virtudes sobrenaturales. Sobre la calzada una herradura brillaba con todos sus clavos puestos, producto de algún caballo mal herrado.

Al Dr. Alekhine de pronto se le iluminó la cara. Fue hasta un puesto de diarios, compró un periódico, la envolvió y la recogió de inmediato. “Me estaba esperando”, dijo con gran satisfacción.

Aquella tarde el desafiador al título mundial llegó al salón de juego cargado con ese herraje, y con una sonrisa casi permanente no se cansó de repetir a cada uno de sus simpatizantes, y hablaba de la felicidad que lo embargaba con dicho hallazgo.

Para Alekhine aquella fue toda una señal.

En tanto Capablanca, pragmático y bohemio, disfrutó de cada noche de las que se extendió el duelo, visitando los teatros Esmeralda (hoy Maipo) y Porteño, sobre la tradicional Avenida Corrientes, paseándose en un automóvil “Rambler” junto a la artista Consuelo Velázquez y cenando en restaurantes de la Avenida Callao.

También visitó el Hipódromo de la ciudad de La Plata, y no desperdició ocasión para jugar billar, cartas o dominó hasta casi cada amanecer. Capablanca había antepuesto la acción al pensamiento, daba muestras de haber relegado el ajedrez.

Con el apoyo brindado por el presidente de la Nación, Dr. Marcelo T. de Alvear, a las entidades organizadoras del match, entre ellas, el Jockey Club, el diario La Nación, el Club del Progreso, el Club Español, el Banco Hipotecario, el Club Gimnasia y Esgrima de Rosario, Radio Prieto y el Club Argentino, se completó los 18.000 pesos-oro de la época fijados como cachets para ambos jugadores. El costo total de aquel encuentro trepó hasta los 40.00 pesos.


La mesa y las piezas


El reloj


La planilla firmada por Alekhine, Capablanca y el árbitro

El 16 de septiembre se jugó la primera partida y Alekhine por primera vez en su carrera batió a Capablanca. Acaso, toda una señal. La suerte había cambiado. Repitió el éxito en otras cinco ocasiones. Después de 34 encuentros, logró las necesarias 6 victorias que junto a las 3 derrotas y 25 empates establecieron el marcador final del duelo.

El 29 de noviembre, un día como hoy hace 80 años, en la ciudad de Buenos Aires había surgido un nuevo campeón mundial. Se llamaba Alexander Alekhine.

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