Por: León Trahtemberg
El rumbo estatista-controlista que tomó la educación peruana (y latinoamericana) en los últimos 50 años la han hecho inviable. Han pasado de largo por sus logros Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Japón, Corea del Sur, Finlandia, basados en 6 principios inexistentes en el Perú:
1). Infancia universalmente atendida y estimulada desde el embarazo;
2). Directores y maestros de primera, resultado de una profesión prestigiada, bien remunerada que atrae a excelentes postulantes a rigurosos estudios de pedagogía.
3) Enorme autonomía escolar en escuelas públicas lideradas por directores fuertes (que adecúan el currículo y eligen a sus profesores).
4) Ningún alumno débil se queda atrás ni repite de grado.
5) Del 4.5% al 6% del PBI para educación inicial y básica públicas. Por cada 25 niños automáticamente se presupuesta una nueva plaza docente.
6) Fuerte inversión en investigación, ciencia y tecnología (2% del PBI o más) que «succiona» hacia arriba la educación básica y superior.
La educación peruana no tiene ninguno de esos 6 componentes. Además,
1) toma como referencia a Chile, Uruguay, Brasil que superan al Perú en las pruebas PISA pero son todos países del tercio inferior del mundo, con similares problemas de diseño del sistema educativo. Entre ellos, los que son ligeramente más flexibles (Colombia, Chile y Uruguay) tienen mejores resultados.
2) Perú se propone como meta de éxito lograr al 2016 que el 50% de los niños de 2do grado comprendan lo que leen, mientras los tigres asiáticos y los angloparlantes hace tiempo llegan a cerca del 100%.
3) Perú nunca tuvo la voluntad de que educación, investigación, ciencia y tecnología lideren las prioridades nacionales.
4) En los últimos 50 años se ha conformado con educar a las elites apelando a instituciones privadas, abandonando la educación pública. 5) La gestión pública peruana se basa en la no-autonomía (dependencia escolar a normas externas) que esclaviza y paraliza a directores y docentes, impidiéndoles que enciendan los motores internos de progreso en cada institución educativa.
El MEF y Minedu de Humala harían bien en aprender de estas lecciones, y empezar por ampliar presupuestos, empoderar directores y apostar por la mayor autonomía escolar.